lunes, 31 de octubre de 2011

Plazas

Juan González Moras



desposeído
como desposeído de su luz
deambulo

al paso
al paso

como un lagarto
deambulo

como acariciando otros lugares
navego

y ando así

navegando
como ensimismado
cuando algo
desde lo más profundo
empieza

con los rechines
con los quejidos
pero
igual cada cual

en su divague

como una pelota siguiendo
sola
los pliegues del suelo
o un lagarto

pero juntos

viejo puente
nuevo

después
sólo después

llegará el olvido

la plaza

como desvalijado
o desposeído vas también

y nunca has oído
deambulamos

ahora
y el viejo

es puente

alzándose o
bajando

y nunca he oído

movemos los ojos
nos movemos para adentro
para afuera ahora

en una plaza otra

hacia otros lugares viejos
salimos
al encuentro de

tiempos de paisajes
que son en nuestra ausencia
y sólo

él
se escucha

ahora

y es para despertar
después pero

y nos perdemos
nos perdemos en una tierra que no nos pertenece
y que queremos tanto

por él
también

y soñamos
ahora despiertos para adentro
para afuera

con los ojos
abiertos
con los labios morados
como lagartos
en medio del súbito
silencio

viernes, 12 de noviembre de 2010

si hamblet duda le daremos muerte


(o de cómo no morirnos despiertos siendo sólo presente)

Juan González Moras

Me es totalmente ajeno el interés por los movimientos literarios, las generaciones literarias o formaciones por el estilo. Y ahora un libro me pone en los márgenes de una idea generacional que me obliga a volver sobre muchas de mis obsesiones, de mis caprichosos y supuestos principios.

En realidad, y al contrario, me han interesado mucho, siempre, los lazos literarios armados a lo largo y ancho de la historia por escritores, por artistas, que, generalmente, desclasados, no tenían por qué seguir ningún derrotero fijado de antemano, ningún canon.

De ahí mis momentos de fascinación literaria: Carver y todos lo que vinieron con él, los beatniks, Pavese, Arlt, Lamborghini, Rivera, Fowil, y también Leonard y Auster y Shepard, Amis y Gustavo Raúl Aguirre y Juan Ortiz. Y Alejandra Pizarnik. Y el Van Gogh escritor, y mucha mucha música.

Todos se enlazaron, de maneras diversas y distintas, y en lugares y tiempos diferentes, a una tradición que (por todas esas divergencias) no les pertenecía. Inventaron una forma de expresar y comunicar un mundo propio a partir de tender puentes imaginarios y muchas veces absurdos.

Yo me siento, igual que ellos, hijo de nadie. Aunque sea hijo de todos ellos. En eso me siento totalmente “adentro” de la antología (la primera vez que estoy en una antología). Somos libres, pero justamente por el hecho de no tener padres. O mejor, por el ostensible hecho de la fractura cultural producida en los 70.

Cuando leí las introducciones al libro, pero fundamentalmente cuando escuchaba a Julián el jueves 4 de noviembre de 2010, en la presentación del libro, volví de manera inevitable a los noventa. Volví a las interminables discusiones que durante aquellos años sostuvimos en el seno del grupo la grieta. ¿Qué discutimos? ¿Sobre qué construimos un ideario y un discurso? Sobre algunas premisas, tópicos y consignas, que son éstos: la derrota; olvidar los 70; el páramo; el minimalismo; los sin tierra pero también los sin techo; el interior; la nausea; las reescrituras.

Pusimos la poesía en el lugar de la música y viceversa. Con Gabriela Pesclevi y con Fernando Alfón, Fabiana Di Luca, Peonía Veloz, y tantos otros amigos músicos, artistas plásticos y bailarinas, montamos varios de los que llamamos “recitales de poesía”. Entonación de poemas con músicas compuestas para la ocasión y objetos y danza y otros despliegues del lenguaje. Y la política. La búsqueda y premisa mayor de cada cosa que encaramos.

Fugaces apariciones (no hicimos más que una serie de presentaciones de cada uno) que en realidad condensaban, en cada caso, el trabajo colectivo de un año entero.

Está claro (para mí, ahora) que el trabajo era para nosotros y por nosotros. Aunque fuera el lugar, también, para poner en movimiento, en acción, a la propia revista La Grieta. La forma de que sus escritos e imágenes cobraran otra dimensión.

Eso fue para mí, para nosotros, la poesía en los 90. Otra cosa, pero planteada sobre las mismas consignas, interrogantes, orfandades y deseos. A punto tal que nosotros (todos veinteañeros por entonces) terminamos ligándonos personal y literariamente con una generación que parecía totalmente lejana, pero con la que pudimos compartir plenamente esos deseos, interrogantes, orfandades: Edgardo Vigo, Leónidas Lamborghini, Andrés Rivera, Juan José Manauta, Ramón Ayala.

La poesía de los 90 que ahora estamos guillotinando se condensa y se proyecta en realidad en los 2000. Es decir, cuando los 90 terminaban y entraban en perspectiva, cuando la debacle tomó cuerpo, cuando la mayoría corrió a esconderse y a intentar lavar sus culpas en la alianza.

Ahí aparecen con fuerza y significado varias cosas de las que ahora hablamos. Ese grupo literario y cinéfilo que se abriga bajo las mantas de un autoproclamado minimalismo u objetivismo. Literal al grado de ser tan redundante como el título de la peli “historias mínimas”.

El minimalismo, si es que existió como movimiento (lo cual dudo profundamente), nunca se jactó de ello. En realidad, es una de las tantas consecuencias de varias derrotas y frustraciones. Aquella de los grandes discursos. De las filosofías de la modernidad. El minimalismo es una forma de expresión que se nutre de recursos escasos, de fragmentos. De las esquirlas que dejó la implosión del discurso de progreso mejor articulado de la historia de occidente: el sueño americano.

Nuestro interés por el minimalismo (en los primeros 90, no ahora) es, quizá, el interés que despierta la narración despojada de eufemismos de la derrota del sueño progresista. Es no otra cosa que un espejo en el cual los jóvenes hijos de los 70 podíamos reconocernos.

Aunque al final de los 90 lo que quedara del minimalismo “nuestro” sea lo que muestran las revistas de decoración. La revista living es la que más y mejor ha mostrado “nuestro” minimalismo.

Nuestro minimalismo habitará, efectivamente, formas de expresión y comunicación no de escasos recursos sino, en muchos casos, de pobres recursos. De “únicos” recursos tomados, cristalizados, serializados hasta el cansancio. Dispuestos para demarcar un espacio de hibridez y complacencia cultural y política difíciles de soportar. En la literatura y el cine. En la música surgida y encumbrada en ese mismo momento: el rock chabón. Hay, desde ya, algunas cosas. Pero pocas me ligan realmente a lo que ha quedado establecido como la poesía de los 90.

Tengo en claro, finalmente, que aquel lugar de juventud en el cual pude desarrollar estas pocas ideas y sentimientos hoy ya no está. Quizá –especialmente- porque nosotros ya no estemos en ese lugar. Porque nos desplazamos.

Tengo claro, también, que es necesaria esta nueva experiencia: la de juntarnos tantos poetas con la sola y única misión de compartir nuestras formas de expresión, nacidas bajo la misma falta de techo, de casa. Algo que no pudo hacerse en los tan nombrados 90, pero tampoco en los 2000.

Con la misma necesidad de reivindicarnos libres de toda tradición y a la vez reclamar y ocupar el lugar de las tradiciones que nos fueron arrebatadas.

Con la necesidad de ponernos, a la fuerza y por prepotencia de trabajo, en la historia. Para no morirnos despiertos siendo sólo presente.

Gracias Julián y Juan por la oportunidad, por el empeño y dedicación, por la desmedida generosidad de la convocatoria.

jueves, 4 de noviembre de 2010

lunes, 28 de septiembre de 2009

portishead

Portishead

Intimo despojarse de sí
apenas
nadar trasladarse
en el aire sólo nadar
sostenerse sin esfuerzo
haciendo del aire
una viscosa oscuridad.
Del aire que sea entonces
agua líquido primal
donde girar lentamente sin sentido
del arriba o el después.
Dar textura al aire
como saturando violetas
distorsionando encuentros
para hacerlos puros más puros
claros o imposibles.


Medusa poesía

Para medusa me
sobra el alma que es mía.

Aunque quizá algún día vuelva
del país de medusa.
La que canta take this things
from me.

La que te toca.
La que te mira y te mata.


Penumbras

La penumbra
reseca los astros en la
noche que envejece mis
párpados húmedos.

Mientras retrocede
el horizonte como
una ola, tragando
arena y carne,
el agua moja los párpados
resecos.

El desvelo es,

entonces,

la penumbra,
el eco de una
voz
gastada.

miércoles, 22 de julio de 2009

trabajar

“…Yo no doy nada por sentado en mi vida. Todo lo que hice a través del tiempo me ha costado mucho esfuerzo y mucho trabajo y siempre lo digo y trato de enseñárselo mis hijos. Me parece muy importante el concepto de trabajo. Todo es trabajo: las relaciones de pareja son trabajo, las relaciones entre amigos son trabajo. Entonces, será mejor que te guste trabajar en la vida, porque sino estás en problemas. Pienso que el mundo hoy día está en un momento de transición. Cuando yo crecí estábamos descubriendo todo: era la época de los Beatles, del Che Guevara, de ir a la India y aprender filosofías orientales, de experimentar con drogas, de los primeros gritos de la ecología. Fue un período increíble en el que intentamos cambiar el mundo y en buena medida lo conseguimos. Lo que sucede es que esos cambios se han integrado, se han incorporado; hay muchas cosas que cambiaron. Por ejemplo el concepto de religión y la forma en que nos relacionamos con ella ha sido profundamente influenciado por las culturas de Oriente. Por otro lado, Los Beatles le gustan a mis hijos! Pero en esta transición actual no sabemos muy bien qué está pasando, ni adónde vamos. Algo está por suceder pero no sabemos bien qué. Entonces, en este momento es bueno tener un rato para disfrutar y acordarte de lo linda que es realmente la vida. Y nosotros llevamos eso con nuestra música y siento que las barreras entre los países y culturas que en apariencia son distintas se rompen en todas partes…” Gustavo Santaolalla, entrevista, en Clarin del 21-7-09.

jueves, 5 de febrero de 2009

enero bajo cero bologna

juan gonzález moras


Solicitantes

Cómo volver del amor,
cómo volver del destierro;

(Cómo se vuelve de caminar las calles
de la palidez o de la insolación)


Cómo salir del adentro
cómo entrar a la tierra del fuego.

(Cómo se vuelven a explicar las noticias
que nos dejaron pájaros o ángeles o vírgenes)


Cuando cada oración cada traición
cada anochecer de los ojos es el día.

Cada canción, el idioma de los solicitantes.



Cosas y vestigios

Cuánto reparar en
innumerables caídas de la luz.
Para después seguir
reparando en lo mismo. Y más,
después crecer creyendo en las
caídas de la luz. En los
ángulos. Los obtusos puntos de vista.

Pero la luz, corazón mío: pero la luz.
Y el color. Y el fantasma de lo descolorido en los ojos.

Cada vez que tu nombre existe;
cada vez que existen los nombres, y cada cosa es.

Los cuerpitos de las algas, como cosas.
Las veces que
pudimos caminar construyendo
andamios por sobre la vida. La alegría
como una cosa, y el placer. La tristeza
como otra cosa. Y el olvido.
Las vidas que nos dejaron
abrazar nuestros brazos. Y caminar nuestros ojos.

Me pregunto: ¿qué fue de tus días
como espiral de latidos, como divergencia, como separación, como antagonismo?


Guardo la notte

Mirando la noche
como a una cosa separada
de las cosas.
Miro la noche como a
la realidad de una espera.
Como la confluencia de la
mirada, fuera del día, en
aquello que no es el
resto de las cosas.

Las pocas luces dejan
adivinar las casas. Y yo invento la noche.
Solo para dejarme también
en un espacio inventado. En la
voluntad. La desmedida. Voluntad.
De ser yo ahora,
también, un invento de tus ojos

que siguen siendo a la distancia.


del poemario "enero bajo cero bologna", inédito.

lunes, 29 de septiembre de 2008