jueves, 27 de septiembre de 2007

ripio



por Juan M. González Moras

Desvío a 200 metros. A la derecha. Precaución. Obra en construcción. Hombres trabajando. Circule despacio. Máxima 20.

Ripio. La ruta siempre hecha mierda. Este pedazo de ruta reventada por los camiones con cadenas que la cruzan en inviernos que parecen del polo, en inviernos que lo cubren todo. Todo lo que sea que existe en esta estepa alejada del mundo.

Ripio vaya a saber uno hasta cuando. Seguro, por lo menos, hasta San Antonio. Hasta Las Grutas. Por suerte no anda nadie, no vuelan piedras.

Pensar que hace casi catorce horas que estamos viajando. Desde las cuatro y media. Cuatro y media los desperté, habremos salido a las cinco. El baúl ya estaba cargado. Y está que revienta. Me hubiera tomado unos mates tranquilo antes de salir, mirando por la ventana, porque ya amanecía. En verano amanece temprano. Me hubiera quedado escuchando un poco ese quejido del viento, suave, como estaba a la mañana, y el grito de los pájaros.

Pero no, mejor salir enseguida, porque si no el día arriba del auto es interminable. Te agarra todo el sol en la ruta. No avanzas nada. Avanzar. Ir contra reloj. Esa bestia inexorable. Avanzar sabiendo que hay relaciones que no se pueden romper. Distancia, velocidad, tiempo.

Aunque uno siempre piense en romperlas. Cómo quisiera uno llegar alguna vez hasta la lagunita que se forma al final de la ruta cuando da el sol. Esa laguna inalcanzable.

Avanzar. Ahora en el ripio. Con una mano en el parabrisas, cuando se cruza otro auto. Con la otra en el volante sacudido por el serrucho del ripio.

Avanzar. O solamente andar. Poniéndose un destino imaginario de los que están trazados en los carteles, de los que existen porque están en los carteles. Llegaremos hasta Viedma, hasta Río Colorado? Hasta Bahía, quizá. Podemos parar ahí en el Automóvil Club. Tiene unas piecitas como de motel en la ruta, de esas que hicieron por todos lados. En Madryn, en Río Colorado, en Azul. Como telos, pero decentes. Del Automóvil Club. Para camioneros y para familias. Para esos tipos gruesos de La Sureña o Transportadora Patagónica. Hartos de dormir en sus camiones, helados, picados por las piedras y el viento.

Avanzar. Hasta la civilización. Vamos a la civilización; las fiestas, los regalos, las vacaciones, esa es la civilización. Lo que vamos a conquistar cada año después de todo un año de estar, para los otros, como guarecidos. Escondidos del mundo.

En San Antonio hay una estación de servicio donde podemos tomar un café con leche. Y comprar algunas galletitas, y agua mineral. Donde los pibes pueden bajar a dar una vuelta.

No se si es Automóvil Club, puede ser. El Automóvil Club es como YPF, otro de los inventores de la Patagonia. Como la ruta 3. Una de las pocas razones por las que toda esta geografía no desapareció del mapa o del tiempo.


Precaución. Máxima 20. San Antonio Oeste, Viedma, Bahía Blanca. Avanzar. Como en un viaje interminable. Andar. Y pensar que siempre me gustó este viaje.