lunes, 29 de septiembre de 2008

martes, 6 de mayo de 2008

arrecifes

juan m. gonzález moras


Páramo


Vastedad y páramo.
La lengua se
hace piel.

La voz, carne.

Aliento
sostenido en el olvido.
Gesto cruel de

conservar ninguna
espera.

Ningún lugar donde
moverse estando quieto.



Canción



Húmeda porción de vacío
cuando transitar es sudar es sentir
grises que no encienden.

Piedra humedad entonces
que sos lágrima ausente.

Una canción que fuera el mundo.



Iluminar



Vas a iluminar las
miradas que perdí.
Mis cosas. Vas
a terminar, también,
con el viento que
ríe. Como una hiena.



Deambulante


desposeído
como desposeído
deambulo

como un lagarto
deambulo

como acariciando otros lugares
como navegando
andar así navegando
como ensimismado
cada uno como cada cual en su divague
como una pelota o un lagarto

después llega el olvido
como cuando llega tu hora

como desvalijado
o desposeído vas

y deambulamos

movemos los ojos para adentro
en otros lugares
salimos al encuentro de tiempos de paisajes
que fueron
que son en nuestra ausencia

y deambulamos
andamos perdidos
como perdidos
en una tierra que no nos pertenece

aunque soñemos


(del poemario arrecifes, inédito)

jueves, 27 de marzo de 2008

En el camino (encuentro con Dylan)

Juan González Moras

Escribo unas pocas cosas sobre el encuentro con Dylan, solo porque me apremian ciertas imágenes y sonidos. Ciertas sensaciones –quizá- no vividas anteriormente. Porque si algo fue o resultó para mí ir a su recital en Buenos Aires fue eso, un encuentro. Toparse con algo (que es todavía más que alguien) inclasificable, denso e increiblemente luminoso (todo a la vez).

Lo primera cosa que me ronda desde que caminaba entre la gente saliendo del estadio, es que tocó y cantó una sola canción que duró dos horas o un poco más. Eso fue, ni más ni menos, el recital. Una parada brava que propone un tipo grande, viejo, y que nos deja en una encrucijada.

Una canción que cuenta una historia que ni siquiera llegamos a entender en palabras, pero que resulta muy clara en los gestos, los modos, los tonos, los colores usados.

Una canción que sube y que baja, que se electrifica y adopta los modos más básicos del rock, del country & western, o que se hace balada, canción, boogie. O blues. Pero que es una canción que cuenta siempre una urgencia, incluso en el modo más lento y suave que pueda adoptar.

Una canción que es siempre, entonces, parte de un relato más grande. Que pretende abarcar o abrazar una larga historia, a partir de historias más pequeñas.

La segunda: en esa propuesta no hay lugar para artilugios. Para el show o el espectáculo. La música es el centro y lo gana todo. Sonido impecable para una banda que maneja los tiempos, pero fundamentalmente, los volúmenes y las tensiones, con maestría, en torno al maestro.

Una banda que puede susurrar o levantar polvareda. Pero que se reune, en todos los casos y durante todo el recorrido, en torno al maestro, puesto esta vez a tocar, durante casi todo el recital, el órgano.

La tercera y última: esa voz. No soy un verdadero conocedor de todos los Dylan que dicen –eso sí lo he leído mucho- han existido. Pero en el cuerpo de esa persona vieja y elegante entra una voz que realmente no hubiera imaginado. Menos aún, luego de escuchar modern times, de hace tan poco tiempo y donde suena con mucho de ese fraseo pero alguna octava más arriba.

La voz es o sigue siendo, increiblemente, la gran apuesta de quien nunca fue reconocido como un gran cantante. Y, evidentemente, lo que dice esa voz sonando –rugiendo casi- de esa manera.

Esa voz está puesta ahí, porque en ningún momento se nos da a pensar que Dylan, ese Dylan, ya no puede cantar aquello que cantaba. Porque, en realidad, ese Dylan cantó a toda voz durante más de dos horas.

El tema es que cantó, canta, ahora, de esa manera. Corto, con frases como látigos, casi sin melodías o modulaciones (o mejor, sólo apelando a la melodía en algunos momentos magistrales). Diciendo. Tantas cosas.

La manera que encuentra, ahora, de seguir en el camino (su camino) sin conceder nada a nadie. Y mucho menos a la nostalgia, a cualquier tipo de revisionismo. Una manera de seguir creyendo que esa canción puede y debe seguir siendo escrita y cantada.